Nuestras hijas e hijos crecen y aquellos preciosos dormitorios infantiles deben dejar paso a habitaciones en las que quepan a partes iguales nuestro gusto por la decoración, sus personalidades y la funcionalidad de los espacios. Esta última en un doble sentido: deben ser aptas para su disfrute, para el ocio, para el estudio y en ocasiones nos encontramos con que se trata de una habitación compartida donde se hace aun más difícil conjugar todas estas necesidades.
En primer lugar, debes tener en cuenta los gustos personales de quien o quienes vayan a "vivir" esa habitación. Sus colores, el estilo, el tipo de ropa de cama, cajoneras, estanterías o lámparas. Será, ante todo, una forma de conservar la armonía del hogar en una época difícil para ellos (y para ellas). Queremos una casa bonita pero, sobre todo, que nuestros hijos se sientan cómodos en su espacio íntimo.
Si te niegas a que las paredes queden agujereadas con póster u otros elementos decorativos que les parezcan imprescindibles puedes negociar una pared y revestirla de pizarra o corcho, será una forma de conjugar el estilo decorativo con su deseo de expresarse y dar un sello personal a su espacio. También puedes pensar en vinilos decorativos, menos agresivos con la pared.
No te empeñes en poner su edredón favorito, su peluche o sus libros de hace un tiempo porque posiblemente ya no les gusten. Trata de remontarte a aquellas épocas de tu adolescencia para recordar cómo te sentías tu y qué cosas pasaban por tu cabeza.
Añade espacios de almacenamiento fácil: estanterías, cajas, cajones, bandejas, lapiceros y cestas para el material escolar. Añade varios puntos de luz supletoria además de la luz central de cualquier dormitorio: en la mesilla o junto a la cama para la lectura, un flexo u otro tipo de luz directa sobre el escritorio o la zona de estudio y sitúa ésta, dentro de lo posible, en una zona con máxima luz natural.
Fuente: KitchenLuxury, LuxuryHomes
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